sábado, 7 de mayo de 2011

Los Herederos de los Dones, proyectito de novela.

Bueno, siguiendo el consejo de alguna gente que da consejos (¿consejeros? ¡¡consejosos!!) voy a subir lo que llevo de mi pequeño proyecto de novela a dropbox, el programa mas chuli (piripi) que he conocido en tiempo (gracies, Bry). Aquí, en el blog, no creo que suba más que hasta la parte uno, que tampoco quiero que me la robeis y plagieis y violeis, viles personajes. Pero si esto sirve (¡lo dudo!) para que algun amigo (y/o conocido, que no penseis que desprecio a los conocidos) empiece a leerla y le guste y me pida que le pase más capitulos (ahora están los que están, na más, pero habrá un limite en abierto para todos) pues genial.

La novela es parte de un proyecto imposible (dado que soy incapaz de escribir proyectos largos, o lo he sido hasta ahora, y esto es lo más largo que he conseguido parir nunca) en forma de doble trilogía, la primera, que es la que nos atañe, una historia de fantasía (ya, es dificil hacer algo original en fantasía) con mitología asturiana y elementos patrios comunes (la zona es una especie de península ibérica) y toques característicos como la ausencia de organos reproductores masculinos (esto es, eh, mentira). Y pistolas de mecha. Y magos informáticos.

La trama gira, en principio, en torno a un capitán de la guardia de un noble al que le pasan cosas y que empieza a indagar en más cosas y al final le suceden cosas. COSAS.

Es un borrador, of course. Ah, y si alguien se siente ofendido por algo, que se joda.

LOS HEREDEROS DE LOS DONES

El Libro de las Tres Palabras - 1 -



GLOSARIO DE TÉRMINOS, PERSONAJES Y NACIONES.

PRÓLOGO - Las Tres Palabras -

PRIMERA PARTE - Los Preparativos -

CAPÍTULO PRIMERO - El Hombre que Temía a los Truenos -
CAPÍTULO SEGUNDO - La Noticia de Serdenia -
CAPÍTULO TERCERO - De Indescifrables e Impredecibles -
CAPÍTULO CUARTO - Caminos Seguros -

Ah, si has llegado hasta aquí, es que eres un tipo valiente. Te doy un pin conmemorativo (pidemelo y te lo mando a casa) ya que lo más seguro es que no existas. ¡¡Pero con el nuevo pin conmemorativo existencial podrás probarle a tus amigos que existes, y que has leído este post que NADIE se había leido hasta ahora!! ¡¡ENHORABUENA POR CONSEGUIRLO, chico/a!!

jueves, 14 de octubre de 2010

A Sí Mismo

Bueno, gente, publico esto aquí porque no cabe en el feisbuc. Hay que saber valorarlo en su justa medida. Es una chorrada. Pero escrita en 56 minutos e ideada en 1, y teniendo en cuenta que solo he corregido cuatro chorradas y cambiado un pelín el final, tiene un pequeño merito. Así que lo subo. BICOS AI GUORZ IT.
A Sí Mismo

–Me has conocido en un momento extraño de mi vida –se dijo a sí mismo, o más bien su persona retratada en el espejo. Allí estaba él, viejo conocido, que mientras se afeitaba las mejillas con cuchilla oxidada le devolvía una mirada incredulidad pues no atinaba a saber las causas de ese extraño momento–. ¿Y eso? Nada, amigo, que ahora estoy yo, aquí, más solo que la una, y eso no es normal, ¿sabes?–No lo sabía, así que negó con rotundidad–. Bueno, para ti es fácil, claro. Tú naciste como método para mi comunicación después–recalcando con fuerza el “después”–de que la humanidad pereciese, muriese, palmase o fuese abducida por los ovnis, ¿vale? Así que normal, normal que no te parezca extraño, pues extraño por definición es diferente y para ti, amigo mío, siempre ha sido así, pero para mí es un momento extraño. Bueno, quizás no un momento. Un periodo. Una fase vital. Aunque hay tan pocas posibilidades de mejorar lo presente que más bien debería decir que es para siempre, pero, ¿quién sabe? ¿Quién soy yo para negarme un poquito de ilusión? Nadie –se contestó, asintiendo en el espejo–. Gracias, eso mismo quería decir yo. Nadie, no soy nadie. Así que mi racioncita de esperanza, pues eso, me la quedo. Y bien que haces. Y bien que hago, ya te digo.
Abandonó la cuchilla en el baño lleno de moho, revisando su apariencia, o mejor dicho, la apariencia de su alter ego personificado en el espejo, y se sintió satisfecho con los resultados. Tres años de barba abandonados por una buena y abundante perilla, y unos mofletes vistosos y descarnados. Vistosos según los cánones de un mundo en el que él era el único habitante y podía decidir lo que molaba y lo que no, y descarnados por definición. Estaban tan hundidos en los pómulos que parecían dos orificios de entrada a quién sabe dónde. Pero vamos, normal. Después de que las raciones de comida empezasen a caducar y su alimentación se redujese a un sencillo “aquí te pillo aquí te como”, quejarse de tener las mejillas hundidas era un tanto exagerado. Había que ver cómo estaban las costillas, y comparar.
–¿Sabes? –se dijo, mientras recogía su escopeta y salía de la casa al soleado y abrumador exterior–. Hace mucho que no contamos chistes. ¿Te cuento alguno? ¡Claro, tío, claro! Esto es un caracol que derrapa–se dijo, riéndose para dentro, mientras que su otro yo, su verdadero yo, pensaba que aquel chiste era una mierda y que en un mundo sin nadie para inventar chistes, solo quedaban los que él supiera, y si su subconsciente sacaba aquella bazofia como el primero a contar, es que el humor iba a morir muy pronto– Vale. Vale. Sé que es malo, lo sé. Cuéntame otro así y nos meto una bala entre ceja y ceja. ¡Joder, tío, cálmate! Que solo era un chiste. Eso no es un chiste, eso es una cagarruta de un señor. Vale, hombre, vale, te cuento otro. ¿Qué es un negro en la nieve? ¡Un blanco fácil! –rieron juntos. Ahora, los chistes racistas, homófobos, sexistas, y todos los de mala calaña ahora estaban libres de prejuicios. No había ningún negro, gay, o mujer que se pudiese ofender con ellos.
Llegó hasta el coche, su querido Ferrari en pintura granate metalizada. Había cruzado varios cientos de kilómetros solo para encontrar un concesionario Ferrari y hacerse con uno. Los pequeños detalles, en eso residía el secreto para disfrutar de la vida en el Apocalipsis. Entró y dejó la escopeta y tres latas de habas, que eran de lo que menos tardaba en enmohecerse, en el maletero. La casa que dejaba atrás era una de esas casitas de pueblo sin mucho que contar, pero también había encontrado una playboy. Pero de las antiguas. De las realmente antiguas. Años cincuenta lo menos. Debía tener un valor de coleccionista de la leche. Así que la coleccionaría.
–Oye, ¿te acuerdas de María? Claro. No deberías–aclaró el yo original a su versión personificada–, tú nunca la conociste. No, no la conocí literalmente, pero vamos, tú la conoces, y yo soy tú, en esencia, así que me acuerdo. Cierto, cierto. Bueno, es que me estaba viniendo a la mente que el chiste que contaste antes se lo conté una vez y se partió el culo. Es verdad, es verdad. ¿Con quién acabo al final? –se preguntó el yo auténtico a su alter ego–¿Con la Muerte, cómo el resto? Venga, eh. Con Damián. Sucio hijo de puta afortunado. Sí. Era la ostia, María. Lo era, lo era. Bah, tenía que haberle echado más cojo… Ey, ¿qué es eso?
A unos dos kilómetros, en las colinas, le pareció ver que se movía algo. Iba por una carretera y llevaba luces. Parecía un coche. Un coche. Un coche.
–¿Es un coche, tío? Eso parece. No jodas. ¡Un coche! ¡Un coche joder! –gritó dando saltos de alegría. Entró corriendo en el Ferrari, encendió las luces y comenzó a pitar la bocina mientras arrancaba el motor–. ¡Gente, joder, gente! ¡No soy el único! Ey… ¡Gente! Tío, escucha, no quiero ser el pájaro de mal agüero pero... ¡Gente!
Pisó a fondo, sin perder de vista la carretera por la que el otro coche se alejaba, su cara cubierta por una sonrisa radiante, absoluta.
–Tío, eh, escucha. ¿Y si es alguien peligroso? –dijo su otra persona mientras él negaba, circulando a ciento cincuenta por una comarcal sin sentirse un tarado al volante–. Vamos no me jodas, hombre. Sea quien sea es alguien vivo. ¡Y hay un cincuenta y un por ciento de posibilidades de que sea tía! ¡Incluso un veinte y tres de que sea follable! ¿Cómo cojones va a ser peligroso? Pues siéndolo, joder. ¿Y si tiene víveres solo para sí? Igual se niega a compartirlos. ¡Claro, hostia, claro! A compartirlos dice. Vete a cagar. Igual somos las dos únicas personas vivas en la tierra, ostia. Tenemos el instinto de especie, de esos. Por muy cabrón que sea, estamos solos, joder–podía ver el vehículo parado no muy lejos. Estaba dándole las largas–. ¿Lo ves, cacho imbécil? Nos está llamando. ¡Nos llama! ¿Y si quiere jodernos, y si es una emboscada? ¿Pero a ti que te pasa? ¡Que puede matarnos! ¡No me vengas con esas, coño! Sé cuándo estás mintiendo. Eres yo. Soy tú. Se te nota.
Su amigo personal e intransferible pisó el freno en seco y el Ferrari se detuvo, a punto de estrellarse contra un quitamiedos. Salió dando un portazo y se detuvo cuando él, atónito, decidió detenerse.
–Pero que huevos haces –dijo el verdadero, separando mucho las palabras, en un tono calmado y asertivo–. ¿Qué coño crees que haces? Puede ser un peligro–contestó su otro yo, abriendo el maletero y sacando la escopeta–. ¡No pienso dejar que nos mate! ¡Deja eso! –gritó él, lanzando la escopeta al maletero, pero su personificación la cogió al instante. Forcejearon de una manera imposible, como solo dos personalidades dentro del mismo cuerpo pueden forcejear, que en esencia se resume en agacharse, levantarse, tirar de un lado a otro de la escopeta y lanzar grititos histéricos. Al final, el yo original consiguió agarrar la escopeta el tiempo suficiente para lanzarla por la ladera abajo, entre unos matorrales de zarzas y ortigas–. ¡Que te den, cabrón! ¡No voy a dejar que mates al único ser vivo aparte de mí que existe! ¡Ah sí, eh! ¡Pues yo sí que no voy a dejar que me mates, pedazo escoria!
Aquello le dejó con la boca abierta en intervalos de tres segundos, y el ceño fruncido y la expresión airada en unos intervalos más cortos, de dos segundos y medio. Duró la escena poco más de medio minuto.
–Tú… Tú no eres un ser vivo, tío–dijo el primero de los dos, masajeándose la frente, comprendiendo por primera vez en muchos años que había llevado demasiado lejos su estúpida fantasía de su colega interior–. ¿Ah no? ¿Ahora no soy un ser vivo? ¡Que te jodan! Eres un marica de mierda. ¡Soy diez veces más tú que tú! ¿A quién mandas entrar cuando huele a muerto que tira para atrás en una casa! ¡A mí! ¿Y sí hay que degollar a un pobre bicho que yo, por supuesto, yo he matado? ¡A mí! Y cuándo te follas la muñeca hinchable, ¿quién crees que pone las vocecitas de chica y te dice todas esas guarradas? ¿Ella? ¡Soy yo! ¡Sí crees que voy a dejarte que conozcas a alguien y me olvides vas listo!
Caminó hacia el coche de nuevo, y tras rebuscar unos segundos en el maletero encontró una pistola. Hacía meses que no la usaba, así que ni siquiera se acordaba de que estaba allí. Al menos él. Su amiguito parecía saberlo muy bien.
–Tío, cálmate, no voy a olvidarte –trató de convencerle, todavía confuso–. ¿Qué te crees que soy? ¿Imbécil? ¡Se perfectamente que en el mismo instante que estés con otra persona, estaré obsoleto. Seré inútil. ¿Para qué hablar con tu amigo del espejo si ya tienes a alguien de carne y hueso? Pero… Pero tío, tú eres yo. Seguro que quieres conocer a alguien… Claro que quiero, pero… Tío, suelta el arma, te juro que no voy a dejar de hablarte solo porque… ¡Cállate!
El bofetón que su reflejo se soltó (podríamos ponerle le soltó, pero creo que se entiende) a su yo original les dolió a los dos. En respuesta, el auténtico lanzó la pistola al suelo, y cuando su personalidad alternativa le respondido dándose un puñetazo en el estómago, falló al tratar de alejarla de una patada. Se revolvieron por el suelo entre golpes, rodando por la calzada, atizándose el uno al uno hasta que al final, el nuevo logró alcanzar el arma y ponérsela al viejo (o sea, a él mismo) en la sien.
–Para, ¡joder! ¡Para! –trató de convencerse sin éxito. La rabia que había en los ojos de sí mismo cuando él no miraba no podía verla porque no miraba, pero si sentirla, y notaba que estaba enloquecido–. ¡Si me matas, morimos los dos, cabrón! ¡Pues prefiero llevarte a la tumba antes que morir solo! ¡Di que le matarás! ¡Dilo! ¡Estás loco! ¡Dilo!
–Ehm… ¿hola?
La voz de la chica les hizo volverse. A ambos. A él. Estaban (estaba) tirados (tirado) en la carretera, el arma todavía apoyada en la cabeza, cubiertos de mierda y barro, mirando como un par de idiotas (como un idiota solitario) a una chica delgada, quizás mona en el pasado pero indudablemente Afrodita en su presente, que les encañonaba con un rifle de caza y una ceja alzada en una expresión indefinida. Llevaba unos vaqueros cortitos, y bien claro estaba que aquellas piernas estaban hechas de miel, o ambrosía, o algo rico, porque fue verlas y soltaron el arma, se levantó, y todo pareció normal. O casi.
–Hola –le dijo. Dijeron.
–Ehm… Bueno, vi las luces de tu coche, y te estaba esperando pero… Como vi que no venías… Ehm… Vine a verte a ver sí, bueno…Ehm… Si estabas vivo o eras un zombi o algo… Ehm… ¿Estás bien? ¿Eres imbécil, lerdo o algo? ¿Tienes alguna, ehm, deficiencia? Ehm…
Al menos parecía que no era el único con problemas de comunicación.
–Nah, estoy más o menos bien. Una disputa interna. Está solucionada, ¿verdad? Estará, anda. Está solucionada.
–Ehm… Vale… ¿No vas a, ehm, hacerme daño, no?
–No creo. Lo único que te puedo decir es que tengo experiencia en joderme a mí mismo, así que no te puedo prometer nada.
–Ehm… Bueno, anda… Ehm…Vale. ¿Vamos a algún lado?
La chica se dirigió a su todoterreno, que había parado junto al Ferrari, para guardar el arma, así que aprovecharon para mirarse el uno al otro en el espejo retrovisor del Ferrari. Primero suspiró, luego se guiñó el ojo, luego suspiró, luego puso morritos, y al final, asintió.
–Venga, va–susurró.
–Ehm… ¿Has dicho, ehm, algo?
–¿Eh? Ah, nada. Estaba hablando conmigo mismo.
–Ehm… Vale. Seguidme, tengo, ehm, un refugio cerca.
Así que tomaron la carretera siguiendo a la muchacha, mientras de fondo, en el CD, o más probable, en su imaginación, sonaba la famosa canción de “Dos Hombres y Un Destino”.

viernes, 16 de abril de 2010

Pablicia en el País de los Despropósitos

Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Aplaudir películas malas más allá de África.
He visto gente disfrazada en la oscuridad dentro de un cine de Tercera.
Todos estos momentos se perderán en mi blog, como lágrimas en la lluvia.
Es hora de escribir.

Tres cosas antes de empezar.

Uno, se que es muy fácil hacer juegos de palabras con Alicia. Francamente fácil. Lo siento, lo siento de corazón. Pero tenía que hacerlo.

Dos, sí, sé que el fotomontaje es horrible. Sé que existe el photoshop. Sí, he usado el paint. Y sí, no tenía ninguna razón real para hacerlo. Absurdo, lo sé.

Tres, no, esta no es, en si misma, una crítica sobre Alicia en el País de las Maravillas.

Es más bien una crítica sobre la sociedad. Y eso, que es algo que no me gusta hacer, se debe al visionado de hoy sobre Alicia en el País de las Maravillas.

Voy a hacer una breve crítica sobre la película, contradiciéndome con lo dicho antes. Alicia está bien. Es una película entretenida, con un argumento bastante insulso, unos dialogos bastante tontos, y un imaginario mezcla de las mentes perturbadas de Carroll y Burton. Visualmente es fantástica, pero también lo son 300 o Avatar y no hace de ellas grandes maravillas. Y 300, por lo menos, tiene una gran carga de crítica social (es evidente que se posiciona en la defensa de la testosterona en el mundo) y Avatar esconde multitud de homenajes cinematográficos (si uno se pone a buscar, puede sacar de que trozo viene cada cacho de la película). Alicia es una pelicula bastante vacía, por otro lado. Entretenida, y ya.

Y aquí viene mi crítica social. Y personal. Personal hacia mi mismo, porque hoy formaba parte de la masa que pretendo criticar. La masa, que hoy, me ha dejado sorprendido.

Por que a ver, ¿a que viene aplaudir con tanto ahínco la película antes de comenzar? ¿Todo el cine? ¿Aplaudís a la Disney, amigos míos? Porque sería la primera vez que veo una película de Disney donde la gente aplauda antes del visionado. Y he visto todas las de Pixar, que oye, ahí todavia podía pasar. ¿O a Tim? Que no tengo nada en contra de Tim, varias de sus películas son de mis favoritas de siempre (Sleepy Hollow o Big Fish o La Novia Cadaver por poner algunas). Pero, y aunque siempre ha sido un tipo con muchos fans, esos muchos fans no llenaban la sala. Había alguno que otro, e incluso una tipa disfrazada de Alicia (al menos, con Star Wars, si ibas disfrazado como muchos hacían, eras un friki con criterio. Te disfrazabas de algo friki. Disfrazarse de Alicia es disfrazarse de algo raro). Pero no, no llenaban el cine. Tampoco eran niños los que aplaudían, o al menos no la mayoría.

¿Entonces, son fans de Lewis Carroll? Perdonadme que carraspee. Lo dudo.

¿Entonces, a qué narices aplauden antes de empezar? Que me lo digan.

Pasando por este punto. Vamos a otro. ¿Cómo coño se ha llenado de esta manera las salas? Y según "La Sexta" ha ocurrido en toda España. Vale, que sí, que es una película muy promocionada y todo lo que queráis, pero yo he tenido que sacarme la entrada por internet porque si no no había manera. En fin, parte de la masa criticando a la masa. Soy como esas viejas solteronas que se sientan con otras viejas solteronas en los parques y señalan a otra vieja solterona y dicen: "Mira, ves a Facunda, ¡menuda vieja solterona!". O peor, soy como un trozo de miga de pan que comenta que el pan está poco hecho. Que le vamos a hacer.

Y vamos al punto definitivo. La película está bien. Sin más. No es lo mejor de Burton, ni de lejos, no es lo mejor de Disney, ni de lejos, ni siquiera este año (me apuesto mi alma a que Toy Story será más película... Sí, mi alma, que pasa), y no, no es lo mejor que hay ahora mismo en cartelera. Y sin embargo, aplauden como locos, a rabiar, todo el puñetero cine. Niños, que vale, pero padres, y gordos fofos (más gordos aún que yo, sí, que pasa) que van al cine con sus siete paquetes de patatas grasientonas. Yo como bols de palomitas, tíos. Por lo menos, no salgo con las manos pringosas.

No lo entiendo, en serio. Voy a ver una película que esperaba absurda, y lo peor es que no lo es, solo dos o tres cosas dentro de ella lo son (y son lo mejor de la película). Pero lo absurdo es lo que me rodea. Es el mundo al revés, es como darse cuenta de que el manicomio es la residencia de los cuerdos, y el mundo exterior el campo de batalla de los locos. Guau.

Si me paro a pensar, puedo suponer que es como con Avatar. Que el espectáculo visual es recompensado con grandes aplausos. Pero, por un lado, Alicia no es Avatar, aunque si que sea visualmente muy bonita. Y por otro lado, me jode, ir a ver "El Escritor" y que nadie aplauda, ni nada. Y eso que el final de "El Escritor" merece mil o dos mil aplausos por persona que la vea...

Bueno, termino, que divago mucho. Voy a poner conclusioncillas y tal, aunque en realidad de crítica a la peli solo hay un párrafo, pero bueno, si mis lectores imaginarios han llegado hasta aquí, que coño.

LO MEJOR: La película está entretenida, se deja ver, y visualmente es muy bonita, con algún plano magnífico. Hay dos o tres momentos delirantes que me gustaron mucho. Y he podido sacar extrañas reflexiones morales sobre todo lo ocurrido. Ah, y me compré Zodiac en edición especial.

LO PEOR: Johnny Depp empalaga y chupa demasiada cámara. La batalla final es ridicula. La gente puede ser delirantemente absurda, más que una película absurda, y eso da miedo. Los dialogos y la historia, en si, flojean un montón.

¿LA RECOMIENDAS?: Ni sí, ni no. Si te gusta Burton, si, vela. Si tienes niños que llevar a verla, pues tambien. Si te gusta el cine en general, y no has visto Shutter Island o El Escritor, y te sobra el tiempo y dinero, ve a verla después de ver esas (como mínimo, seguro que algo más hay en cartelera mejor que Alicia). Y si no te sobra, no, no malgastes tu dinero habiendo joyas así en el cine.

Y cuarto. Sí, hay un cuarto punto que complementa los tres primeros dichos arriba del todo. ¡Sí! Ya sé que hacer juegos de palabras usando el monólogo de Rutger Hauer en Blade Runner es muy típico. ¡Que te den!

martes, 13 de abril de 2010

Treme, nueva serie de la HBO

Play for the money, boys, play for that motherfuckin' money

El viernes pasado se emitió el primer capítulo de Treme, "Do you Know What it Means?". Esta serie, creada por David Simon, que no es otro que el señor que firmaba como "Creator" en la mejor serie de la historia de la TV: The Wire. Tooooooomaaa ya, ¿eh? Claro que la mitad de mis inexistentes lectores probablemente no conozcan The Wire. Mal.

Algún día haré una entrada sobre esta última, explicando con claridad porque me parece que es una obra de arte tan grande. Hoy me centro en el piloto de Treme, aunque no creo que pueda evitar las comparaciones.

El piloto de Treme me ha parecido grandioso. Por supuesto, como en la mayoría de pilotos de televisión, es dificil decir que este vaya a ser el mejor episodio de la serie. No, probablemente no lo será. Recemos para que no lo sea.

Treme va de Nueva Orleans y la música. De la misma forma que The Wire iba sobre Baltimore y la droga. Si conoceis The Wire, entendereis porque es tan interesante esta nueva serie.

El piloto muestra un casting espléndido. Como en The Wire, no tenemos un único protagonista, si no que nos encontramos con un ingente número de personajes y con multitud de historias relacionadas con cada uno de ellos. Tenemos a dos actores de la anterior serie (Wendell "Bunk" Pierce y Clarke "Lester" Peters, chavales, lo mejó de lo mejó) y a alguna que otra cara conocida (John Goodman, Steve Zahn y Kim Dickens), pero el resto del reparto seguro que os suena si habeis visto suficiente televisión.

No voy a meterme en espoilers. La serie es intimista, detallada, con el mismo estilo de dialogos realistas que nos dejaba "The Wire" (y con los mismos dialogos grandiosos), y no trata de avanzar a paso de gigante. Treme, como su predecesora, va poco a poco.

De momento, las distancias la proximidad de la trama de The Wire para el espectador (esa trama de policias y ladrones tan clásica en cine y TV) que en este caso, se reduce a dramas personales dificilmente entendibles para quienes no hemos vivido el Katrina, y el hecho de que The Wire tenía una trama central de temporada y Treme, por lo que parece, no. Se centra en narrar los devenires de los personajes, sin más.

Por otro lado, si The Wire ES Baltimore (uno acaba conociendo la ciudad cuando termina la quinta temporada en más detalle que en donde vive) Treme ES Nueva Orleans. De por sí, eso ya me motiva a seguir la serie atentamente.

No quiero entrar en mas detalles. Grandes actores y personajes, gran puesta en escena, gran ambientación y dialogos y una historia que parece al servicio de todo lo anterior. Ahora mismo, con un solo episodio visto, es lo único que la separa del piloto The Wire (que, en el fondo, me gustó algo menos): The Wire tenía una historia central que te motivaba a seguir, Treme, no.

Eso si, si te gusta la música, y en especial, el Jazz... Deberías ir corriendo a buscar el primer capítulo.

Veremos por donde nos lleva Simon en los próximos capítulos.


LO MEJOR: Los actores. La música. Los dialogos. La calidad con la que está tratado todo. Ah, y el enorme buen rollo que respira la serie. Siendo un drama sobre las desventuras del Katrina, tiene un espíritu altamente positivo y buen rollero.

LO PEOR: La falta de una historia central clara. Que no te guste el Jazz, eso sería malo. Que es bastante lenta, como The Wire... Algo que no es malo en sí.

¿LA RECOMIENDAS? Si, sin duda. Solo por la confianza que inspiran estos tíos, sí. Por ahora, altamente recomendada a todo el que le guste el cine, la TV, y en general, las cosas buenas. Y en especial, el Jazz.

lunes, 5 de abril de 2010

En la Oscuridad



Dime, Señor, ¿qué aguarda en la Oscuridad? ¿Vacio? ¿Muerte?

Dime, Señor, ¿no habrá solo oscuridad?

Solo, al filo del atardecer, encuentro mi destino. Yace al borde de un acantilado, una cueva siniestra y perdida, lejos de cualquier resto de la civilización. Ha pasado mucho desde que inicie su búsqueda, siguiendo solo el impulso de mi justo corazón. Y al fin, lo he encontrado. El lugar donde moran las sombras, el lugar donde los demonios culpables recibirán mi justo castigo. La tierra pagana, sobre la que caerá la ira de Dios. La entrada a las tinieblas, donde los demonios aguardan, expectantes, en la Oscuridad.


Avanzo, dudo. La grieta surge de la roca como una zarpa, estrecha y afilada. Las hiedras la rehúyen, y solo los restos de unos tojos grises y espinosos se atreven siquiera a acercarse. Incluso la roca parece temer a la grieta; las vetas tratan de alejarse, formando líneas dispares, que a medida que confluyen en ella, se sumen en la eterna negrura.


Dame esperanza, Señor, pues pienso cruzar la frontera de tu reino.


- Dolan, mi vida – me dice Aina desde mis recuerdos. – Te amo.


Su voz llega en forma de mensaje del cielo. Cruzo el umbral.


La antorcha crea una luz mortecina que se extiende un paso por delante, mientras el resto del mundo permanece en una oscura incertidumbre. Tiemblo. Mis manos se calman al encontrar el pomo de mi espada, que me da valor, y la cruz en mi pecho, que me da fuerza.


Camino, y dejo atrás los últimos vestigios de la luz del sol.


La roca parece morir en un mar de azufre. El olor de podredumbre me invade. Avanzo, mientras el pasillo se estrecha y el suelo se astilla a mis pasos. La antorcha tiembla ante el silente resoplido de la oscuridad. La corriente aspira el aire infectado y me impulsa a seguir.


Llego a la caverna.


- Dolan, mi vida – me dice Aina, justo ante mis ojos. – Ámame.


Su cuerpo desnudo ruega ayuda, sus manos golpeando el pubis en un frenético golpeteo. Dudo. Aina, mi amor.


- ¡Atrás demonio! – grito, alzando mi espada - ¡Tú no eres la mujer que amé!


Y el demonio no lo niega, pero huele a mujer. Y gime de placer, y suplica:


- Ámame, Dolan, mi vida – susurra, y su voz reverbera en la caverna como un eco frenético.

- ¡Siente la ira del Señor!


La cruz me da fuerzas, la espada valor. Cargo contra el demonio que ni siquiera me mira, pero su gemido aspira el azufre, la roca, y la luz. La antorcha se apaga de súbito, la oscuridad me rodea, y sus suspiros producen ecos en las tinieblas.


- Ámame, Dolan. Ámame. Ámame. Ámame, Dolan.


Mi espada no encuentra su presa. Oigo el repicar de sus manos en su cuerpo, como un centenar de tambores resonando en la cueva. Grito. Ella gime, y gime. Lloro.


- Ámame. Ámame, mi vida. Ámame.


Ruego a Dios por clemencia.


Los gemidos se detienen, sus manos cesan en su empeño y se hace el más puro silencio. Caigo de rodillas, mientras ella dice por última vez.


- Ámame, Dolan.


Y su voz se mueve, como una guía. Fuerza, valor. Sigo sus ecos febriles, mientras recuerdo, buscando cordura.


La piedra de mi hogar, la hoguera. Recuerdo las risas de los niños, las caricias nocturnas. Recuerdo la piel del lobo, y recuerdo sus labios y su sonrisa. Recuerdo la luz del sol. Avanzo tras ella.


Al fondo del pasillo, luz. Febril, pero luz. Corro.


La pared surge como sables, el suelo y el techo caen sobre mí con afilados dientes. La sangre salpica en derredor. Me arrastro, desesperado, hacia la luz. La roca se queda mi espada, mi cruz, mi valor, mi fuerza. Mis manos se agarran a la tierra que se cierne sobre mí, escarban, se agitan, y mis piernas se revuelven ante su destino final. Camino entre gritos de dolor.


Mis últimos pasos son inciertos. Avanzo aciegas, sin propósito ni futuro. El horror me golpea y comprendo que jamás saldré de ese lugar.


Y finalmente, cruzo el pasillo.


El resplandor surge de la luz de mi hoguera. La chimenea de piedra se encarama hasta hundirse en la misma tierra. La piel del lobo yace en el suelo, sus ojos rojos, tristes e inmisericordes. Aina acaricia a los pequeños, que juegan con manzanas doradas, girando a su alrededor en eternos círculos.


- ¿Acaso ya no me amas, Dolan? ¿Acaso ya no recuerdas? – me dice, y yo grito. Grito, porque es perfecta, porque es su imagen, su voz, su olor, su sonrisa. El demonio me obliga a ver y sufrir.

- Tú solo eres una sombra de mi esposa, demonio. Tus juegos no me engañan.

- ¿Es eso, Dolan? ¿Has olvidado? ¿No me amas?

- ¡No eres ella! – grito.


Los niños corren a mi lado, sus sombras agitándose, trémulas. Las manzanas doradas caen al suelo mientras ellos se cogen de la mano y saltan, saltan como lo hacían entonces.


- Papa, Papa, Papa, Papa, Papa, Papa, Papa, Papa, Papa, Papa… - cantan, ambos.

- ¡¡Basta!! – grito, golpeándoles con todas mis fuerzas. Las sombras parecen dispuestas a saltar, pero ellos caen y lloran.

- ¿Papa? – pregunta ella.

- Papa – ruega él.

- Enviados de Satanás – grito, y las mazas de oro surgen justo al lado de mis manos. El fruto, cubierto de púas afiladas, el rabo, convertido en un asta de plata. Dios ilumina mi camino. Tomo una de ellas y la levanto sobre sus pequeñas cabezas. – ¡No sois mis hijos! ¡Sois solo sombras!


Descargo sobre ellos toda la rabia de los cielos. La maza salpica sangre negra, mientras sus sombras chillan, inaudibles, oscuras. El lobo mira. Aina llora.


- ¡Papa! ¡Papa! – grita ella.

- Papa… Papa, ¡papa! – susurra él.


Parto las sombras que los recubren en dos y la sangre se dispersa como aceite. El lobo me mira. Aina llora.


- ¿Por qué nos has olvidado, Dolan? ¿Por qué ya no me amas? – dice ella, entre el llanto.


No dudo. Doy un paso, y luego otro. Llego hasta ella, con las mazas cubiertas del repugnante ácido negro. Levanto mi arma.


- Sufre la ira del Señor, demonio – le digo, y descargo mi arma sobre su perfecto rostro. La oscuridad me golpea en la cara, pegajosa. Trato de ver, y oigo solo sus voces, mientras me arranco la negrura con las manos.

- Papa… Papa… Papa… Papa… Papa… - repite él

- ¿Papa? ¡Papa! Papa… ¡Papa! ¡¡Papa!! – grita ella, su voz perdida en el infinito.


Caigo, sumido en las sombras. Caigo sin fin. Notó el vacío del aire, que viene solo en la forma del olor de la sangre fresca, y me arranco tiras de mi piel mientras araño tratando de sacarme la infección de los ojos. El dolor es lacerante, y grito. No sirve de nada. Mis brazos arrancan más y más piel, buscando solo una salida, una pizca de luz. Grito, pero nadie responde a mis súplicas.


Recuerdo. Su risa ya no sirve, contaminada por la forma del demonio. Su voz, replicada por el mal más puro, no es mi guía. Dios ya no puede ofrecerme valor, fuerza, esperanza o amor. Solo venganza.


Recuerdo sus cuerpos ensangrentados ante la piel del lobo. Los niños, apaleados, sus caritas convertidas en una masa de sangre y vísceras. Y Aina, desnuda, la sangre de los niños por todo su cuerpo. Su cara, desfigurada, su cintura, cubierta de la semilla de su asesino. Recuerdo mi horror, mi vergüenza. El llanto, la ira. Recuerdo mis dedos ensangrentados, con restos de mi propia piel entre las uñas. Recuerdo con la claridad del cielo diurno, bendito, iluminado.


La oscuridad se aleja de mí, y solo deja tras de sí a un hombre que rasca con sus manos en el azufre. Su rostro desfigurado por la sangre, su mirada oscurecida por la noche. Sus ropas, harapos desgarrados.


Contemplo a mi demonio.


- Esto ya ha llegado a su fin, malditas criatura – le digo, lleno de la santa venganza en mi corazón. – Puedes esconderte bajo las formas que quieras, ¡no me das miedo! ¡Se que proteges al culpable! ¡Pero no podrás protegerlo de mí!

- La soga, la soga – dice mi demonio, con mi voz y mi certeza. – Se agita, se clava. La soga, la soga.

- No hay nada que puedas hacerme – le digo, - nada que puedas quitarme. Nada que puedas ofrecerme. Soy la espada del Señor. Soy la Justicia, la Venganza.

- Se tensa, te ahoga, la soga, la soga. Justa y maldita, la soga, te ahoga.

- ¡Basta! – rujo, y la oscuridad tiembla, pues mi voz es Su Voz, y mi palabra Su Obra.

- Tiemblas, lloras, clavas tus pies en vacíos que te atrapan y te toman, y la soga, te ahoga.

- ¡Basta! – grito de nuevo, y la oscuridad se aparta, y vislumbro luces y sombras.

- Te ahoga. La soga.

- ¡Basta! – grito por última vez.


La grieta se parte, la oscuridad huye ante mí, y se levanta el telón.


Y tras él, el cadalso.


Allí estoy, Justicia y Venganza, pendiendo de una cuerda de lino. Una multitud de sombras me contemplan, esperan. Mis piernas se agitan, espasmos, estertores de una vida que se apaga. Observo. Aina, los niños y el lobo observan detrás de mí.


- ¿Recuerdas ahora, Dolan? – dice Aina.

- Papa – dice ella.

- Papa – dice él.

- ¿Por qué no nos amabas, Dolan? – pregunta Aina.


Y es Aina, y no el demonio, quien formula la pregunta. La Justicia y la Venganza caen sobre mí. Mi alma se hace pedazos. Contemplo la sangre de mis manos. Contemplo la cruz de mi pecho. Caigo de rodillas, y lloro, contemplando la sangre de mis manos.


Y el lobo, me habla, y me dice.


- Mira, Dolan.


Mi cuerpo pende por un instante de la soga, y luego cae. Mi vista lo sigue mientras cae, y cae. El fuego ilumina su camino. Cae, y cae. Hasta las profundidades de la Tierra. Hasta que el fuego ya no es rojo, sino negro. Hasta que el fuego cesa de dar luz. Y mi vista se convierte en mí, y vuelvo a estar de pie ante el cadalso. Y entonces lo entiendo. Estoy en el Infierno. Lo he estado, todo este tiempo. Ya solo me queda una eternidad de vacío, de inexistencia, sumido en las tinieblas.


En la Oscuridad.


Y el lobo, me habla, y me dice.


- Descansa, Dolan.


Pero el lobo miente. No hay descanso donde estoy. No hay descanso en las tinieblas.


En la Oscuridad.


Y el lobo, me habla, y me dice.


- Sufre, Dolan.


Contemplo sus fauces, que se aproximan.


En la Oscuridad.


Y el lobo, me habla, y me dice.


- Recuerda, Dolan.


Y recuerdo.


Solo, al filo del atardecer, encuentro mi destino. Yace al borde de un acantilado, una cueva siniestra y perdida, lejos de cualquier resto de la civilización. Ha pasado mucho desde que inicie su búsqueda, siguiendo solo el impulso de mi justo corazón. Y al fin, lo he encontrado. El lugar donde moran las sombras, el lugar donde los demonios culpables recibirán mi justo castigo. La tierra pagana, sobre la que caerá la ira de Dios. La entrada a las tinieblas, donde los demonios aguardan, expectantes…


En la Oscuridad.


Y el lobo, me habla, y me dice que recuerde de nuevo.


Y el lobo, me habla, y me dice que no olvide jamás.


Y el lobo, me habla, y me dice que pague, por toda la eternidad.


Y el lobo, me habla, y me dice:


- Despierta, Dolan.


Mas no puedo despertar.


Y el lobo, te habla, y te dice.


- Despierta.


Y despiertas.


En la Oscuridad.


Dime, Señor. ¿Qué aguarda en la noche? ¿Sueños? ¿Pesadillas?

Dime, Señor, ¿no habrá solo oscuridad?


Y el lobo, te habla, y te dice.


- En la Oscuridad.


FIN